La Pandemia
Tenemos el COVID-19 campando a sus anchas por Italia, que no solo ha cerrado las instituciones y universidades de Milán, sino que ha cancelado el Carnaval de Venecia, que se había llegado a celebrar hasta en los tiempos de la peste. Hoy he visto que el precio de unas mascarillas con filtro se ha multiplicado por 10 en tan solo dos días. Toda Europa se tiene que preparar para recibir el virus y va a poner a prueba su capacidad de demostrarle al mundo que este viejo paquidermo sabe bailar ballet. La tecnología ha jugado, y va a seguir jugando, un papel decisivo en la evolución del mundo. Es cierto que se han cometido graves errores, entre ellos los concernientes al impacto climático, pero que, sin lugar a duda, la propia tecnología va a tener la capacidad de corregir.
En el último mes, hemos sido conscientes del verdadero impacto de la tecnología en nuestras vidas y no ha venido en forma de silicio, como cabría esperar, sino de coronavirus. El Shangahi Composite o la bolsa más tecnológica de China, la de Shenzhen, cayeron más de un 8%, arrastrando al resto de bolsas mundiales. El IBEX 35 ha perdido de un plumazo todas las ganancias del año, cosa que no sucedía desde el 2016. Entre otras compañías, Toyota se ha visto obligada a paralizar sus líneas de producción por falta de componentes electrónicos chinos. En Barcelona, el efecto no esperado ha sido la cancelación de la feria de movilidad más importante del mundo, el Mobile World Congress. Es difícil encontrar más pruebas del delicado equilibrio de la nueva economía global y digital.
«La tecnología ha jugado, y va a seguir jugando,
un papel decisivo en la evolución del mundo.
Es cierto que se han cometido graves errores,
entre ellos los concernientes al impacto climático,
pero que, sin lugar a duda,
la propia tecnología va a tener la capacidad de corregir»
La guerra comercial entre USA y China se centra, en gran parte, en el predominio sobre la tecnología 5G, que permitirá nuevos modelos de negocio y una movilidad conectada prácticamente total. El apoyo estadounidense a empresas europeas como ERICCSON o NOKIA, así como las presiones para que Europa no instale las tecnologías chinas, han revelado las verdaderas causas y dimensión del problema que subyace en este enfrentamiento: Estados Unidos ha perdido el liderazgo mundial las telecomunicaciones y no está dispuesto a perder también lo único que le queda, el control de la información. Mientras que el bloque occidental no ve ningún problema en que los datos de los ciudadanos de todo el mundo pasen por las manos de Facebook, Google o Amazon, aparentemente con un interés comercial, afirma que esta misma información en manos de los asiáticos es poco menos que espionaje gubernamental. “Todos espían, pero prefiero que a mí me espíen los míos”, me decía hace poco en una cena un buen amigo.
Sin embargo, la propagación del COVID-19 ha puesto de manifiesto algo más profundo que una mera guerra táctica por ver quien controla el 5G o la información de los ciudadanos. La Inteligencia Artificial, la enorme capacidad de almacenaje y computación del cloud, van a cambiar el mundo a una velocidad nunca conocida hasta el momento. La digitalización de las empresas tradicionales, especialmente en las grandes empresas, amenaza de forma directa los puestos de trabajo de los mandos intermedios, que, en realidad, representan a la clase media de la sociedad. Y si hay clase media consolidada en algún lugar del mundo, es en Europa. La tecnología que viene representa una grave amenaza para el estado del bienestar de la mayoría de los países europeos, que se encuentran atrapados entre la incesante innovación estadounidense y la eficiente producción asiática.
«La tecnología que viene representa una grave amenaza
para el estado del bienestar de la mayoría de los países europeos,
que se encuentran atrapados entre la incesante innovación estadounidense
y la eficiente producción asiática»
A medida que la transformación digital avanza en el mundo empresarial, la clase media se va deshilachando y hace lo único que puede hacer, luchar por no perder sus privilegios votando, primero, a partidos de extrema izquierda para que protejan sus puestos de trabajo y, más tarde cuando este modelo no produzca los rendimientos esperados, a partidos xenófobos para que los defiendan de la competencia de la inmigración. Si no se crea riqueza en el nuevo escenario planteado, y es obvio que en el mundo actual la creación de dinero pasa sí o sí por el liderazgo tecnológico, el problema de la pérdida masiva de los empleos que conforman las clases medias va a ser una dolorosa realidad.
Por ello, la Unión Europea y sus países miembros necesitan un plan estratégico para tomar el mando sobre las tecnologías y su correcta implantación. Es necesario generar un nuevo marco con más de cien nuevas disciplinas avanzadas de creación, gestión y control de las nuevas tecnologías. Se debe formar a la nueva generación de mandos intermedios, cuyo nuevo rol será diseñar e intermediar con el mundo tecnológico en lugar de hacerlo con las personas. Este plan afectará a planes formativos, universidades, centros de I+D+i, grandes empresas y, por supuesto, a las administraciones públicas. Debemos aprovechar el hecho de que algunas empresas asiáticas están promoviendo que se instalen grandes centros de líneas de producción de componentes electrónicos en Europa, intensivos en automatización que no en personal. Aluden que puede permitir mejorar la confianza de los occidentales, haciéndoles saber que los componentes son cien por cien europeos. Aunque, a mí no se me escapa que es la posición logística perfecta para el suministro de tecnología a África en las próximas dos décadas.
«Se debe formar a la nueva generación de mandos intermedios,
cuyo nuevo rol será diseñar e intermediar con el mundo
tecnológico en lugar de hacerlo con las personas.
Este plan afectará a planes formativos, universidades,
centros de I+D+i, grandes empresas y, por supuesto,
a las administraciones públicas»
Si los europeos no somos capaces de liderar el nuevo cambio tecnológico que deviene, nos convertiremos en meros espectadores de una debacle social sin precedentes hasta la fecha, la destrucción de un estado del bienestar envidiable y, finalmente, pondremos en serio peligro la cohesión de la propia Unión Europea. Hay muchos intereses para que la vieja Europa deje de jugar un papel relevante en el futuro, y el futuro es la nueva economía Digito-Global. Ahora, es cuestión de ver quién le pone el cascabel al gato. Alguien ya me ha apuntado que el plan estratégico debería contemplar el liderazgo en la tecnología más puntera para el control de enfermedades pandémicas. Se admiten propuestas.
RAMÓN CABEZAS
CEO de kaps.es
«Si los europeos no somos capaces
de liderar el nuevo cambio tecnológico que deviene,
nos convertiremos en meros espectadores de una
debacle social sin precedentes hasta la fecha, la
destrucción de un estado del bienestar envidiable»